Paquri se había instalado junto a los guardianes recién llegados. Nuestras provisiones eran las justas, pero también era nuestro deber compartir lo que tuviésemos con la guardia imperial. Después de todo la seguridad del Imperio dependía de ellos. Aunque no todos pensaran lo mismo.
-¿Por qué los soldados del Imperio no expulsan a los invasores, Mamá Ti? – Preguntó Asunwankary mientras veía a los soldados comer al otro lado del campamento.
-Porque el Emperador así lo ha ordenado.- le dije.
-Pensé que el Emperador era un dios, ¿por qué no nos devuelve nuestra tierra? ¿Los dioses extranjeros son más fuertes que los nuestros?- Replicó, rodeado de sus compañeros, que no tenían mejor animo cuando pensaban en lo que habían dejado atrás.
-Los emperadores no son dioses. Son hijos de Cha y por sus venas corre la sangre del dios. Pero eso no les convierte en dioses.- Contesté.- Y no. El dios de los extranjeros y su magia no es más fuerte que la de nuestros dioses. Si el Emperador ha tomado esa decisión es por el bien de todos nosotros. Y tenemos el deber de cumplir con su mandato.
-Pero, Mama Ti ¿por qué muchos se quedaron atrás y no vinieron con nosotros?- Preguntó el joven Kasunka.
-Son traidores. Eso es lo que son.- Respondió Asunwankary, con más ira de lo que me gustaría ver en los ojos de un niño.
-El Emperador, bondadoso y sabio como es, nos ha pedido a su pueblo decidir, niños. Y ha sido decisión de muchas familias quedarse en esas tierras y dejar de formar parte de nuestro pueblo Autika. Cada familia tomó la decisión que le pareció la mejor.- Y no iba yo a contradecir decisiones de nadie.- Nosotros viajamos a las tierras que le pertenecen a nuestro pueblo y seguiremos bajo la protección de nuestro Emperador, como ha sido siempre.- Pero la verdad es que el mundo, y el Imperio entero, ahora son muy diferentes a como lo eran antes de nuestros propios abuelos.
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El Sol padre, Cha, apenado por los hombres que sufrían, engendró cuatro hijos entre nuestros antepasados para guiar a los pueblos y así levantar un reino en nombre del sol.
Cada hermano vino de los confines de lo que serían las cuatro regiones del Imperio, ChaChuypak vino del Aun Tiri, la región de la arena en el sur; ChaUku vino del Chu Tiri, la región del mar al oeste; ChaAutal vino del Panara Tiri, la región de los bosques al este; y finalmente ChaCachi vino del Para Tiri, la región del norte.
Después de largas campañas, donde otorgaron a sus pueblos con conocimientos únicos, convocaron y sometieron a las personas en su recorrido, y estos los consideraron seres divinos.
Los cuatro hermanos se encontraron a orillas del gran Lago Rakan. No muy lejos de ahí hundieron sus lanzas doradas justo en el suelo del lugar donde fundaron la ciudad de Cha Tiri, la majestuosa capital del Imperio. Gracias a esta alianza y divinidad, los cuatro Hijos del Sol y nuestros antepasados se adueñaron de las tierras que ahora son el Imperio. Los enemigos que no fueron destruidos, terminaron expulsados. Pero había enemigos más allá de los mortales.
Entre los cuatro hijos había uno que sobresalía y al que el pueblo adoraba más, el mayor, ChaCachi. Este era un hombre fuerte y valiente. En la batalla de las cuevas de Pacar, ChaCachi y sus fuerzas se enfrentaron a la horda de la gran bestia que allí reinaba y que había acabado con la vida de muchos pobladores y amenazaba al Imperio mismo.
En las profundidades y lejos de luz su padre Sol, el poder de hermanos se hizo débil, y ante la inminente derrota a manos de las bestias, los tres hermanos menores sellaron la entrada a las cuevas. Dejando a ChaCachi sepultado junto a sus enemigos. Algunos dicen que no había otra opción, otros opinan que fue muy conveniente, entre ellos el hijo mayor de ChaCachi, ChaCutek.
A ChaCutek, que era un gran hombre, se le apareció una gran ave. Este era el espíritu de su padre ChaCachi, que le dijo como sus hermanos le traicionaron. Así le otorgó su lanza dorada y ChaCutek se levantó contra sus tíos. Pero inmediatamente su tío más joven, ChaChuypak pidió su perdón y se unió a él.
Así, ChaCutek y su tío, se enfrentaron a ChaUku y ChaAutal restantes y desataron la guerra de los Hijos del Sol, dónde ChaUku y ChaAutal fueron convertidos en piedra. ChaChuypak, se convirtió en primer Gran Sacerdote del Imperio y creó las ordenes del saber. Y presidió la coronación de ChaCutek como primer Emperador. Este reinó bajo su guía por más de medio siglo.
A partir de entonces todos los Emperadores han sido hijos de ChaCutek. Y todos han sido sabios lideres que han llevado siempre al pueblo Autika a expandir y aumentar su poder y el Imperio es la fuerza dominante en todos los territorios desde el Océano Abismal al oeste hasta las cumbres de la cordillera Kaupanka al este.
Pero ningún desafío ha sido más grande que el que se presenta ya hace trescientos años. Conflicto, guerra y destrucción. Con breves periodos de paz. Todo ha sido lo mismo desde que el mar del oeste trajo a los hombres barbudos, los iberios, y su dios. Y junto a ellos, sus máquinas de guerra y sus ansías por consumir la tierra. Nuestra tierra.
Fue con los Iberios que el Imperio ha encontrado a su enemigo más poderoso, con ellos vino la guerra como no se había visto antes. Traían armas y magia desconocidas para nuestro poderoso Imperio. Y se aliaron a nuestros enemigos. Desataron la peor amenaza que nuestros padres nunca conocieron. Un conflicto que ya cobró muchas vidas en todos los bandos.
De eso ya han pasado trescientos años, y seguimos en pie. Gracias a la protección de Cha, los Guardianes del Imperio y nuestro Emperador, que se ha hecho cargo de buscar la paz para nuestro pueblo. Aunque eso signifique que parte de nuestro gran imperio ya no pertenezca a nuestra gente.
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-Hace ya casi mil años del primer Emperador y el nuestro tiene el honor de llevar el mismo nombre de su antepasado, Cutek. Nuestro deber es ser leales. Y cumplir con nuestra labor. – Les dije a los niños.
-Mama Ti ¿Crees que en algún momento podamos volver a nuestras tierras?- Pregunto Kasunka.
-Nuestras tierras son las tierras donde nuestro Imperio nos necesite ahora. Y muy pronto ustedes sabrán el lugar que les corresponde y lo cumplirán. No hacerlo, sería contribuir a la caída de nuestro mundo y todo lo que nuestros dioses y antepasados han construido. – Les dije mientras veía como los soldados ya se alistaban para partir y nuestro grupo iría con ellos. Pude deducirlo por los gestos que Paquri les hizo a los hombres. Los niños se alistaron más rápido que de costumbre y sin alejarse de nosotras, se ubicaron lo más cerca posible de los guardianes.
Yo solo pensaba que al menos por un trecho del largo camino no estaríamos totalmente desprotegidos.